¿Sabías que el Cierzo rebasa los 100 km/h ocho días al año?. ¿Y que la velocidad máxima que se ha constatado es de 160 km/h en julio de 1954?
«Un viento capaz de derribar a un hombre armado o a carretas cargadas». Así hablaba el censor Catón en el siglo II a. C. del Cierzo. Y ya entonces este ilustre romano lo llamaba Cercio. El origen de este nombre se pierde en los pueblos prerromanos del valle del Ebro.
El Cierzo o Mistral es un viento de componente no originado en el valle del Ebro debido a la diferencia de presión entre el mar Cantábrico y el Mediterráneo.
La velocidad media a la que sopla el Cierzo en el valle medio del Ebro es de 30 km/h. A medida que nos alejamos del valle la intensidad del cierzo disminuye. Algunos estudios han analizado una media de 30 años con registro continuo de este viento y los resultados son sorprendentes. En 234 días se igualó o rebasó la velocidad de 100 km/h, lo que equivale a una media de 8 días por año. La velocidad máxima que se ha constatado es de 160 km/h en julio de 1954.
Dicen en Tudela que el Cierzo es originario de allí. Y quizá tengan razón, porque son los Montes Cierzo, situados en su término, los que abren sus puertas e invitan al viento a cabalgar por el valle. A recorrer junto al Ebro las tierras aragonesas.
Uno de los efectos más significativos del Cierzo es la sensación térmica que provoca. En invierno, con temperaturas en torno a los 0ºC y el Cierzo soplando con fuerza, la sensación térmica puede descender hasta -15ºC.
Y es que también los romanos notaron la fuerza del Cierzo. Catón vuelve a citarlo para decir de él: «el viento Cierzo, cuando hablas te llena la boca».
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