¿Sabías que el río Ebro era navegable desde Vareia (Logroño) hasta su desembocadura en época romana? ¿Y que el puente de piedra de Zaragoza no es romano sino algo posterior? Exactamente del siglo XV.
A comienzos del siglo XXI el río Ebro vuelve a ser navegable. El latino Iberos retoma su lugar principal como columna vertebral de un territorio y como elemento unificador de sus gentes.
Desde la antigüedad el Ebro no ha sido barrera de separación, como lo fueron el Rin y el Danubio, sino vía de comunicación entre los pueblos.
Hoy el río es navegable en pequeños tramos sin unión entre sí, con pequeñas embarcaciones de recreo o destinadas al deporte, pero no siempre fue así. El historiador romano Plinio el Viejo afirma que el Iberos era navegable desde Vareia (Logroño), hasta su desembocadura.
Existieron varios puentes sobre el Ebro, en la colonia Celsa (Velilla de Ebro), en Caesaraugusta, en Vareia y en Dertosa (Tortosa). Y un dato curioso, el puente de Caesaraugusta debió ser seguramente de madera, ya que el actual puente de piedra data del siglo XV.
Es en este siglo cuando el Ebro deja de ser navegable debido a la cantidad de azudes construidos en su cauce desde época medieval. En el siglo XVIII se inicia un proyecto muy ambicioso: hacer navegable de nuevo el Ebro. Ramón Pignatelli es el personaje más destacado en la realización de este proyecto.
En 1784 ya se podía llegar hasta Zaragoza navegando, pero la muerte de Pignatelli supuso la paralización de los trabajos y el abandono del proyecto. De haberlo realizado quizás hubiera sido posible la navegación del Ebro y una comunicación entre una red de canales como en Holanda, Inglaterra o Francia.
Hoy, tres siglos después, los aragoneses redescubrimos el olvidado río. La Expo 2008 contribuye a fijar nuestra mirada en el agua y los aragoneses la volcamos en la principal vía de comunicación que tenemos: el Ebro.
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