Al parecer las fuentes y cascadas del Monasterio de Piedra no son su única peculiaridad. El Monasterio de Piedra fue el primer lugar de Europa donde se elaboró el chocolate allá por el año 1534. Puedes escuchar nuestra versión podcast desde este link.
Según los aztecas, el dios Quetzalcoatl regaló a los hombres el árbol del cacao antes de ser expulsados del Paraíso. Con este fruto divino, los hombres adquirían vigor y fuerza. Los aztecas conviertieron además el cacao en su moneda mostrando así la importancia que daban a estos granos.
Cuando Cristóbal Colón llegó a las Américas, no dió importancia a aquella bebida sagrada, a pesar de ser el primer europeo en probarla. Sino que fue un fraile que acompañaba a Hernán Cortés, fray Jerónimo Aguilar, quien lo introdujo en España en 1534.
El nombre original de esta bebida era «xocolatl», del que deriva su actual denominación. Los aztecas elaboraban este líquido del haba del cacao, lo aromatizaba con hierbas, vainilla, pimienta y otras especias como la guindilla, para obtener un líquido espeso, oscuro y espumoso que bebían frío o caliente.
Fray Aguilar envió el primer cacao junto con la receta del chocolate al abad del Monasterio de Piedra, donde estaba establecida la orden del Cister a la que pertenecía. Los monjes utilizaron el chocolate para soportar sus ayunos y conservar aún fuerzas para trabajar. Principalmente tomaban el amargo brebaje como medicina debido a su gran aporte energético.
La receta que fray Aguilar transmitió a sus compañeros del Monasterio de Piedra, inició la tradición chocolatera de la orden cisterciense. Sin embargo, el chocolate no se expandió tan rápidamente por Europa como uno se imagina. El primer chocolate era amargo, porque la receta azteca no incluía el azúcar. Hubo que esperar casi un siglo hasta que, para adaptarlo al paladar europeo, se empezó a endulzar con miel, y un poco más tarde con azúcar, dando origen a un chocolate de sabor parecido al actual.
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